Este post es parte de una serie de escritos sobre moda, autoestima y salud mental. Lo pueden encontrar dentro de la sección "mi relación con la moda".
¿Nunca les pasó que “de repente” se dan cuenta de algo que viene pasando hace mucho tiempo pero jamás vieron? Bueno, esto mismo me pasó a fines del 2019 cuando me di cuenta que tenía un serio problema con las compras.
Mi primer sueldo real lo cobré a los 24 años de edad. Recuerdo la emoción de ver esos $12.000 depositados en mi cuenta bancaria (en ese momento era buena plata). Y más aún recuerdo la emoción de salir como loca de shopping ni bien cobraba. Supongo que el resultado de mi actitud compulsiva con las compras fue un mix de varias cosas: por un lado el rubro de indumentaria que todo el tiempo te expone a tendencias nuevas y te empuja a consumir cada vez más. Por el otro mi compañera diseñadora compraba compulsivamente como yo y aún peor. Y también los viajes de colección del trabajo que me volvían loca porque, con el dólar a $13 pesos argentinos, me podía traer la valija con 23kg de H&M sin problemas. ¡Ah y mis primeras tarjetas de crédito! Podía gastar en lo que quisiera sin que mis padres se enterasen, ¡loquísimo! E imagínense ya viviendo sola y sin nadie viendo la cantidad de bolsas y cajas de zapatos que desfilaban por la puerta de entrada.

De pronto y sin previo aviso, en Junio del 2019 me quedé sin trabajo. No solo me agarró recién mudada (3 meses), sino que al momento también tenía muchas deudas acumuladas con la tarjeta. Deudas que no era que no podía pagar, pero que al fin y al cabo se chupaban una porción de mi indemnización que necesitaba para otras cosas (llámese alquiler, comida, en fin, subsistir hasta conseguir un nuevo trabajo).
En ese momento se encendió la lucecita de alerta en mí y comencé a pensar formas en las cuales podía hacer rendir mejor mi dinero, y una de ellas era dejar de gastar COMPLETAMENTE en ropa y zapatos. Arranqué el 6 de Octubre del 2019, justo el día de mi cumpleaños, y desde ese momento hasta Mayo del 2021 no compré absolutamente nada. ¡Un mega logro! Claro que es mucho más fácil hacerlo cuando no tenés una entrada regular en el bolsillo… el verdadero reto viene de ahora en adelante, y tengo que confesarles que no me está yendo tan bien — podría ser peor, pero ya les voy a contar más en un siguiente posteo de esta serie.


Más allá de la “solución” que había encontrado, no fue sino hasta volver a mudarme a la casa de mi madre que tomé conciencia de la verdadera dimensión de mi problema con la moda. En el departamento, la mesa de luz del lado derecho de la cama era una pila de cajas de zapatos. Al lado del mueble de cubos donde guardaba pantalones, había zapatos. Adentro de los 2 placares que tenía guardaba MÁS ZAPATOS. Y por si la colección de calzado pareciera poco, no se quedaba ahí: también tenía MUCHA ropa. Demasiada. A tal punto que la mitad del camión de la mudanza era SOLO el contenido de mis placares.
De todos modos mucho no me preocupé: en casa de mamá había dejado mi placard hecho a medida, enorme y con mucho espacio de guardado. Sentía que me iba a costar ubicar todas las cajas de zapatos… pero nunca me imaginé que iba a tener que armarme media boutique en el cuarto de las herramientas de la casa.

Al acto de comprar de forma compulsiva se lo conoce como “oniomanía”. No sabía que lo que me pasaba tenía un nombre hasta escribir este artículo, y me avergüenza. Me avergüenza porque soy una mujer adulta y por más que resulte tentador señalar con el dedo índice a mi yo de hace 7 u 8 años atrás, yo se que soy 100% responsable de mi obsesión, la cual déjenme decirles de paso que está LEJOS de estar curada. Tan solo 2 semanas atrás compré 4 sweaters de un saque, ¡DE UNA! Es una locura.
Lejos de causar satisfacción (bueno, más que la inicial), las compras compulsivas te dejan sintiendo:
- Culpable, porque sabés que lo que estás haciendo no está bueno.
- Avergonzada, porque en tu cabeza ya empezás a reproducir los sermones que tu familia y amigos pueden llegar a darte cuando se enteren de tu compra.
- Y con miedo, porque muchas veces (si no todas) terminás gastando más de lo que podés y tenés para gastar.
Lo peor es que para paliar todos estos sentimientos que emergen de manera casi automática, ya tengo una serie de pensamientos diseñados especialmente para engañar a mi mente:
- Acabo de entrar a un nuevo laburo, ¡me re merezco un regalo! (3 vestidos + 1 par de zapatillas)
- Los sweaters que tengo están hechos bolsa y no tengo nada presentable (4 sweaters)
- ¡No me puedo perder esta ofertaza!
- Ya fue, YOLO…
Y cuando menos te lo esperas, tenés el placard lleno de prendas que van desde el “LA AMO NO PUEDO VIVIR SIN ELLA” hasta el “meh, está linda, ponele”. Lo que me termina pasando a mí la mayoría del tiempo, es que si bien uso el 80% de todo lo que tengo (y no es mentira), lo cierto es que repito algunas prendas como loca porque REALMENTE me gustan y hay otras que, con suerte, uso cada 3 o 4 meses.

El 6 de Octubre del 2019 hice mi último video haul en YouTube. Sin quererlo, comencé algo que jamás habría pensado que podía lograr: no comprar ropa el resto del año. Fue así como a inicios del año 2020 me propuse no comprar más de 12 prendas por año, a razón de 1 prenda por mes. ¿Y saben qué? No fue tan duro como pensaba que iba a ser. Y me dio bronca que haya tenido que perder el trabajo para darme cuenta de que tenía un grave problema, pero agradezco que haya pasado para poder acercarles mi experiencia en esta serie de posteos que voy a llamar “mi relación con la moda”, un título bien trillado pero que resumirá a la perfección todo el contenido por venir.
Y como les dije más arriba, no les voy a mentir: 2021 viene dificil. Gasté bastante y ya me pasé de la cantidad por mes. Estoy dentro de los 12 permitidos del año, pero una parte de mí no confía de que va a cumplir llegado Diciembre. Y sin embargo… no sé, no quiero decir nada por miedo a volver a avergonzarme ante ustedes, pero espero poder contarles en Año Nuevo que logré llegar a ese bendito número 12 otra vez.
